Ahora para cada cosa llega puntualmente la misma pregunta de tu hijo: ¿por qué?
Alrededor de los dos-tres años tu hijo inicia a tener un lenguaje bastante rico y consigue expresar lo que le pasa por la cabeza. Es curioso, lleno de ganas de conocer y saber: si hasta ahora ha observado como un atento espectador todo lo que ocurría a su alrededor, hoy quiere entender el significado. Y así llega el período de los “¿por qué?”.
Quiere conocer en detalle el motivo por el cual ocurren ciertas cosas, por qué existen, porqué se rompen, por qué se hacen… Las preguntas infinitas se refieren a todo, desde los conceptos más importantes hasta las cosas que a los mayores les parecen más fútiles pero que para él tienen también un gran valor:
“¿Por qué debo comer con el tenedor?”
“¿Por qué solo hay luna por la noche?”
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Para todas las mamás y los papás, el tener que responder a cada pregunta se transforma casi en una aventura que no se sabe a dónde llevará y sobre todo cuánto durará. A veces las preguntas os dejarán sorprendidos, otras veces podréis cansaros de responder porque cada respuesta sabéis que llevará a una nueva pregunta, pero…¡no os rindáis!
Responded a cada pregunta de manera simple, comprensible para su edad. Esto enriquecerá más su lenguaje, ampliará su conocimiento y reducirá con el tiempo el “tormento” de los por qué.
Además de sus ganas de saber, en esta edad los niños quieren atraer la atención.
Sus ráfagas de preguntas son para él un instrumento perfecto para implicaros y haceros partícipes de sus pensamientos.
Intentad entender qué es lo que quiere realmente saber con su pregunta y respondedle sin demasiados giros de palabras. Mostraos siempre interesados, interrumpid lo que estéis haciendo para dedicarle el tiempo justo para responder, con tranquilidad y mirándolo tiernamente a los ojos: así aumentaréis la confianza en sí mismo, en continua formación