Pero ¿de verdad es tan importante saber el sexo del bebé? La curiosidad vence con frecuencia pero también se puede decidir tener una dulce sorpresa.
Descubrir el sexo del bebé es un juego en el que todos participan desde las primeras semanas de embarazo: preguntas sobre qué nombre elegir si es una niña o un niño; atentas observaciones del vientre en crecimiento (alta, baja, de punta, ancha…); amigos y parientes que dan su opinión…
Un juego de la Naturaleza, que deja todo al azar: de hecho, los que determinan el sexo del bebé son los espermatozoides con su cromosoma sexual femenino X o masculino Y. Mientras que los óvulos contienen todos un único cromosoma X, la mitad de los espermatozoides contiene un cromosoma X y la otra mitad un cromosoma Y: por eso, dependiendo del espermatozoide que consiga fecundar el óvulo nacerá una niña (XX) o un niño (XY).
Alrededor de esta pregunta giran deseos y expectativas de muchos futuros padres: algunos desean tener una niña, normalmente más tranquilas y afectuosas, y otros por el contrario desean un niño, un vivaz aliado de juegos y bromas.
Por eso la mayor parte de las parejas decide saber el sexo antes del nacimiento con la ecografía morfológica alrededor de la 16ª semana, aunque el dato nunca es cierto en este momento.
Sin embargo, existen también padres que deciden no saberlo, conservándose así la sorpresa hasta el nacimiento. Claro, en este caso es mejor apostar por canastillas unisex y crear una habitación con colores no demasiado orientados…
Por encima de todas estas consideraciones, en cualquier caso lo importante es la salud del bebé y la alegría de esperar un hijo va más allá de la determinación de su sexo: tanto si es un niño como una niña os hará descubrir un nuevo mundo, ¡que os sorprenderá continuamente!