Es una opinión difundida que el embarazo y la lactancia contribuyan a disminuir la vista de la mujer. En realidad no es así, pero de todos modos pueden surgir otros malestares.
Hace tiempo se creía que el embarazo y la lactancia podían provocar problemas en la vista.
Por suerte, estudios más recientes han demostrado que no existe ningún fundamento médico para esta teoría demasiado extendida, que afirmaba por ejemplo que la miopía podía aumentar durante el embarazo.
Sin embargo, lo que sí es cierto es que durante los nueve meses pueden surgir otras molestias:
- sobre todo durante el último trimestre de la gestación los ojos pueden sufrir alteraciones y se pueden tener dificultades para enfocar, con la sensación de ver menos. La alteración del equilibrio hormonal de la mujer, de hecho, al causar una mayor inflamación del ojo, modifica la curvatura tanto de la córnea como del cristalino;
- durante el embarazo, puede verificarse también una reducción del lagrimeo que provoca, a su vez, sequedad del bulbo ocular;
- precisamente a causa de dicha sequedad puede ocurrir que la mujer embarazada no pueda utilizar las lentillas de contacto. En tal caso podría ser suficiente con recurrir, después de consultar con el oculista, a “lágrimas artificiales” o a un colirio natural que mantenga la correcta humidificación del ojo.
Se trata en cualquier caso de pequeñas molestias temporales, destinadas a resolverse solas en el arco de pocos meses después del parto. Si las molestias persisten no dudes en consultar el problema con tu oculista para que te realice una visita más exhaustiva.
Hace tiempo se creía que el embarazo y la lactancia podían provocar problemas en la vista.
Por suerte, estudios más recientes han demostrado que no existe ningún fundamento médico para esta teoría demasiado extendida, que afirmaba por ejemplo que la miopía podía aumentar durante el embarazo.
Sin embargo, lo que sí es cierto es que durante los nueve meses pueden surgir otras molestias:
- sobre todo durante el último trimestre de la gestación los ojos pueden sufrir alteraciones y se pueden tener dificultades para enfocar, con la sensación de ver menos. La alteración del equilibrio hormonal de la mujer, de hecho, al causar una mayor inflamación del ojo, modifica la curvatura tanto de la córnea como del cristalino;
- durante el embarazo, puede verificarse también una reducción del lagrimeo que provoca, a su vez, sequedad del bulbo ocular;
- precisamente a causa de dicha sequedad puede ocurrir que la mujer embarazada no pueda utilizar las lentillas de contacto. En tal caso podría ser suficiente con recurrir, después de consultar con el oculista, a “lágrimas artificiales” o a un colirio natural que mantenga la correcta humidificación del ojo.
Se trata en cualquier caso de pequeñas molestias temporales, destinadas a resolverse solas en el arco de pocos meses después del parto. Si las molestias persisten no dudes en consultar el problema con tu oculista para que te realice una visita más exhaustiva.