Quizá lo hayas llevado siempre en el corazón, o a lo mejor no te lo esperabas… pero ahora ¡hay que satisfacer el deseo de ser madre de nuevo!
Te sorprende de repente. Quizá llegue a tus manos un pijamita de tu hijo que estaba en el fondo de un cajón. Ahora es grande y las cosas han cambiado mucho, pero el recuerdo de cuando lo estrechabas entre tus brazos cuando era pequeñito te llena de nostalgia. Piensas en lo valientes que habéis sido, tú y tu compañero, y comienza a formarse el pensamiento de que te gustaría volver a sentir aquellas emociones.
Quizá porque tanto tú como el papá crecisteis con hermanos y hermanas o porque después del niño os gustaría una niña o viceversa. O quizá ha sido tu hijo quien te ha pedido en más de una ocasión un “hermanito”.
Hay también situaciones en las que el deseo de “recomenzar” llega por sorpresa. Una vez que el niño crece y los padres se dan cuenta de que lo han hecho bien, aparece el deseo de enfrentarse de nuevo a la experiencia, con la serenidad de quien ya la ha pasado y se encuentra en condiciones de dejar de lado la ansiedad y los miedos y disfrutar de lo mejor de esta aventura.
Por arte de magia los recuerdos negativos aparecen bajo una nueva luz. Te das cuenta de que las renuncias que has hecho en lo referido a tu libertad desde que eres mamá no son nada comparadas con todo lo que te está dando el ser madre.
¿Y el primogénito? Es inútil negar el sentimiento de culpa de saber que lo que estáis proyectando le quitará su pequeño trono de príncipe de la casa. ¡Pero así es la vida! No solo aprenderá a afrontar los celos y la envidia y a compartir espacios, tiempos, amor, sino que pronto se dará cuenta de que tener un compañero de juegos siempre al alcance de la mano ¡no está nada mal!